El juego II
...el juego había entrado en una nueva fase, no había duda.
Lo mejor y lo peor de la nueva fase era la rotunda novedad de las circunstancias. Tenían que establecer una nueva forma de jugar, nuevas reglas y nuevos objetivos. El escenario había cambiado radicalmente. En muchos aspectos era como iniciar un nuevo juego, esta vez con apuestas más elevadas.
En ese momento los jugadores tenían muchos alicientes. Tantas cosas por descubrir, tantos caminos que explorar, las ilusiones casi intactas, el mañana no importaba. Se entregaron al juego con pasión, jugaban siempre que podían, utilizaban todos los medios a su alcance, el juego pasó a ocupar una gran parte de sus pensamientos, en cierta forma se convirtió en el principal motor de sus vidas. Estaban aprendiendo y compartiendo. Experimentaban juntos. El juego les llenaba de ilusiones, les daba motivos para luchar, les daba vida, mucha vida.
Jugaban y disfrutaban del juego, la partida les tenía felizmente enganchados.
Pero en algún momento entendieron que esta nueva fase del juego también requería una nueva resolución, se habían implicado demasiado, sentían que necesitaban jugar más tiempo y más a menudo. Las apuestas habían subido, las fichas del juego eran sentimientos en carne viva. Los riesgos habían aumentado. La partida les estaba dominando.
Poco a poco se fueron imponiendo la necesidad de llegar a la resolución de esta fase. Sabían que según fuera el final de la partida, comenzarían una siguiente fase o se acabaría el juego. Los juegos no pueden durar eternamente, necesitan de fases sucesivas, de renovacón, de nuevos retos. Las apuestas eran muy altas. El juego se había convertido en algo mucho más serio y, sobretodo, mucho más importante.
O eso creían ellos.