La segunda oportunidad

jueves, 27 de septiembre de 2007

El compromiso



Apenas llevaba quince minutos sentado en la mesa del bar. Objetivamente no era demasiado tiempo, tan solo un cuarto de hora, pero cada minuto que pasaba le parecía eterno. Su mirada se deslizaba insistentemente hacia el reloj de su muñeca, trataba de no hacerlo o, por lo menos, que no se notara que lo hacía. El puto reloj parecía muerto, los latidos del segundero eran desesperadamente lentos. Intentaba poner esa cara de "qué interesante es la conversación" mientras sus pensamientos divagaban fuera del recinto, lejos, muy lejos. Encender otro cigarro ayuda a romper la monotonía, hay que coger el paquete, sacar un cigarro, desapelmazarlo ligeramente entre los dedos, llevarlo hacia los labios, tomar el mechero, encenderlo, aspirar el producto de la combustión, volcar la ceniza, repetir la operación. Una actividad entretenida que le permitía tener la sensación de hacer algo y, de camino, influir subjetivamente en el lento caminar de los minutos. Todo seguía igual y no encontraba señales de cambio. No se podía ir, imposible, se entendería como una descortesía, tanto más cuando llevaban más de media hora esperándole para tomar algo juntos por el cumpleaños de X. Había que aguantar. Otro entretenimiento socorrido era hacer giarar el encendedor sobre si mismo con la mano izquierda, actividad un poco sosa pero que ayudaba. Dos idas al cuarto de baño, unos cuantos minutos consumidos. Mirar con fingido interés alguno de los objetos que decoraban las paredes, buscar algo en el móvil. La conversación seguía el rumbo marcado, no le interesaba en absoluto, no quería estar ahí. Treinta minutos más hasta que alguien, por fin, propone pedir la cuenta. Una relajada exhalación le hace sentir mejor. Se levanta, el tiempo recupera su ritmo normal y una agradable sensación recorre su cuerpo. La calle está a solo un paso y a muy pocos minutos. Sale, se despide del resto y echa a andar calle abajo mientras piensa que siempre ha sido poco sociable.

lunes, 3 de septiembre de 2007

De rutinas consentidas



Es interesante comprobar con que facilidad las rutinas, los usos cotidiano, recuperan su papel . Los humanos somos animales de costumbres, eso dicen y debe ser totalmente cierto. Hoy reanudo , cien por cien, mi vida civil y hoy he vuelto a realizar casi milimétricamente las rutinas de todos los días. Lo más llamativo es que no me ha pesado hacerlo, son hábitos muy asumidos, muy míos. No es que los añorase pero bueno, ha sido como un esperado reencuentro, no especialmente deseado pero conocido e inevitable.

Con mis mejores deseos de fuerza y sabiduría para todos aquellos y aquellas que comparten conmigo el retorno a la vida civil, ojalá que tengamos un buen día.