Ya había anochecido cuando conducía de vuelta a casa. El reencuentro le había inducido un estado de desasosiego. Por la mañana ya se había despertado nervioso por las expectativas del día. Es fácil sentirse preso de los recuerdos de la misma manera que es fácil bajar la guardia y mezclarlos con la realidad.
A esas horas la autopista estaba casi vacía, desde la radio del coche unas voces comentaban el contenido de un par de novelas publicadas recientemente, apenas les prestaba atención ya que las que inundaban su cerebro le parecían mucho más interesantes.
- ¿Qué esperabas?, ¿pensabas que iba a ser diferente?
- Si, aunque era plenamente consciente de la situación, esperaba algún gesto significativo, no se, alguna muestra de complicidad, algún indicio de saltar la barrera.
- ¿Tan solo eso?
- Tan solo eso
- No me lo creo, te conozco
- Básicamente, tan solo eso. Aunque ya sabes, la imaginación y el deseo se desbordan fácilmente, soñar es fácil.
- Ahí quería llegar, ese fue tu error, confundir deseo y realidad dejando paso a expectativas que difícilmente se podían cumplir.
- Los sueños son necesarios, necesitamos tener ilusiones
- Pero hay que asumir la realidad, las cosas están muy claras, lo sabes
- Los milagros no existen ¿verdad?
- Pues claro que no, gilipollas, claro que no
- Tienes razón, hay que pasar página
- Pues eso, hazlo de una vez
En ese momento los locutores concluían la reseña de una de las novelas con una frase que se adueño del interior del coche: "el verdadero infierno es la indiferencia".
Pisó con rabia el acelerador del coche mientras veía, entre las lágrimas, acercarse rápidamente las luces de la ciudad.