La segunda oportunidad

lunes, 28 de septiembre de 2009

El juego II


...el juego había entrado en una nueva fase, no había duda.

Lo mejor y lo peor de la nueva fase era la rotunda novedad de las circunstancias. Tenían que establecer una nueva forma de jugar, nuevas reglas y nuevos objetivos. El escenario había cambiado radicalmente. En muchos aspectos era como iniciar un nuevo juego, esta vez con apuestas más elevadas.

En ese momento los jugadores tenían muchos alicientes. Tantas cosas por descubrir, tantos caminos que explorar, las ilusiones casi intactas, el mañana no importaba. Se entregaron al juego con pasión, jugaban siempre que podían, utilizaban todos los medios a su alcance, el juego pasó a ocupar una gran parte de sus pensamientos, en cierta forma se convirtió en el principal motor de sus vidas. Estaban aprendiendo y compartiendo. Experimentaban juntos. El juego les llenaba de ilusiones, les daba motivos para luchar, les daba vida, mucha vida.

Jugaban y disfrutaban del juego, la partida les tenía felizmente enganchados.

Pero en algún momento entendieron que esta nueva fase del juego también requería una nueva resolución, se habían implicado demasiado, sentían que necesitaban jugar más tiempo y más a menudo. Las apuestas habían subido, las fichas del juego eran sentimientos en carne viva. Los riesgos habían aumentado. La partida les estaba dominando.

Poco a poco se fueron imponiendo la necesidad de llegar a la resolución de esta fase. Sabían que según fuera el final de la partida, comenzarían una siguiente fase o se acabaría el juego. Los juegos no pueden durar eternamente, necesitan de fases sucesivas, de renovacón, de nuevos retos. Las apuestas eran muy altas. El juego se había convertido en algo mucho más serio y, sobretodo, mucho más importante.

O eso creían ellos.


domingo, 20 de septiembre de 2009

Un mundo feliz II


Nos gusta mucho el último anuncio de Visa, ese en el que un músico callejero está tocando una alegre melodía y, progresivamente, otros artistas situados en diferentes puntos de la calle, se unen a él interpretando la misma música, cada uno en su estilo y forma de interpretar, consiguiendo una estupenda atmósfera musical.

La escena es alegre, positiva y optimista. Todas las personas que pasan por allí disfrutan de la improvisada orquesta mientras sus rostros se iluminan con una sorisa fresca y feliz.

Todo muy bonito. Y, aunque solo es un anuncio, una ficción pensada para que creamos que la utilización de la visa nos producirá esa sensación de frescura, optimismo y felicidad que gozan tanto los músicos como los viandantes convertidos en afortunados espectadores, Apesar y yo hemos decido que queremos vivir en un anuncio como ese, donde todo es bello, alegre y perfecto, la gente parece muy feliz e impera el buen rollo.

Claro que habría que buscar un anuncio muy largo, larguísimo, porque 3 o 4 minutos de la misma felicidad repetida hasta quién sabe cuando debe resultar una felicidad poco feliz.

Qué no sabemos lo que queremos.


viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Un mundo feliz?


Apesar, que es muy inocente, es de los que piensan que, al final, siempre se hace justicia. Yo le digo que esa es una actitud bastante infantil, que la vida no es tan bonita ni, mucho menos, tan justa y que, además, eso de la justicia es un concepto muy subjetivo.

Apesar quiere creer, y en el fondo lo cree porque está en su esencia, que el mundo está inexorablemente regido por una especie de justicia natural que, antes o después, pone las cosas en su sitio. Me saca de quicio, ¿cual es ese sitio? ¿dónde está ubicado? ¡no existe!. A veces, muchas veces, no le entiendo. Estamos en mundos paralelos, yo peleando por mantener la racionalidad, él a su bola, en su mundo imaginario que se le antoja justo y sin recovecos. A veces, muchas veces, no nos entendemos. Pero tenemos que vivir juntos ¿no?.

Apesar me reconoce que no son tiempos fáciles, que tenemos varios problemas por resolver, que atravesamos situaciones complejas dejándonos llevar, sin querer -o quizás sin saber- darles respuesta.

Los dos somos complicados, en eso coincidimos, algo es algo. Y a los dos nos encanta la vida, nos maravilla vivir, aunque en ocasiones ni nos entendemos ni entendemos esta vida. Pero lo intentamos. En eso si hay algo de justicia.