En la nariz
Desde hace unos días mi nariz está graciosamente adornada con una tenaz protuberancia que ha brotado en su lado derecho y que aún no he logrado catalogar como grano, espinilla u otra especie sebósea.
La cuestión es que mi nariz está hecha un primor con semejante y notorio atributo, porque se nota, vaya si se nota. Por las mañanas, durante mi sesión ante el espejo, no puedo apartar la vista del dichoso grano (o espinilla). Cuando hablo con alguien noto su pugna cerebral para no mirar descaradamente la llamativa espinilla (o grano). Cuando elevo la mano hacia mi cara para prodigarme una caricia, atusarme el tupé o, simplemente, aliviar un picor menor, mis dedos chocan inevitablemente con el llamativo saliente.
Y realmente no se qué pensar al respecto. En principio me desagrada, aunque bien pudiea ser un tardio especimen de acné juvenil y eso, en estas edades, puede entenderse como un halago. Pero si es el comienzo de un inmenso grano de esos feos y desagradales la cosa es bien distinta.
Creo que, como casi todo, va a ser cuesión de tiempo.