
Bueno, bueno, lo de conducir -coches- se está poniendo cada vez más complicado.
Recuerdo, uno ya tiene sus años, cuando realizar un viaje en coche tenía mucho de aventura placentera. En aquellos tiempos de coches nada sofisticados y de carreteras en su mayoría infames, el conductor podía disfrutar de la conducción, del viaje. Respetar las normas de tráfico era mucho más fácil, eran normas simples y lógicas que te permitían asignar parte de tus recursos a mantener una conversación, a cantar, a mirar tranquilamente por la ventanilla degustando un cigarro. Mantenerse dentro de la ley era lo normal.
Ahora disponemos de supercoches superequipados que se deslizan suavemente por carreteras excelentes y bien señalizadas. El placer de conducir hoy debería ser notoriamente superior al de entonces, parece lógico pero no es así.
Desde hace unos años la extraordinaria cantidad de nuevas y retorcidas normas que se van incorporando al Código de Circulación está consiguiendo que los conductores vayamos cada vez más pendientes de no cometer alguna de las infinitas infracciones legisladas que del propio hecho de conducir. Vamos acojonados, temerosos de convertirnos en irresponsables fuera de la ley. Encender un cigarro nos parece una absoluta imprudencia, cambiar el cd un potencial acto peligroso, utilizar una mano para calmar el molesto picor de la oreja casi un intento de suicidio, echar un trago de agua, tener un gesto cariñoso, mantener una conversación interesante, incluso una discusión, pensar, todo ello nos hace pensar que tenemos una actitud irresponsable, peligrosa, casi criminal.
No conseguiremos reducir el número de accidentes en carretera pero conseguiremos que se produzcan dentro de la ley.
No me gusta el exceso de reglamentación, creo que no sirve de nada como creo que la solución está, básicamente, en la educación, en la información y en la concienciación.
NOTA: Soy totalmente consciente de la responsabilidad que conlleva el hecho de conducir y del excesivo número de accidentes de tráfico que soporta este país.