Sin despedida
Una persona conocida se ha quitado la vida. Lo ha hecho sin estridencias, con delicadeza, intentando no hacer ruido. Lo ha hecho con plena consciencia, fríamente, con premeditación y alevosía. Lo tenía todo perfectamente planificado, día libre en el trabajo, citas inventadas para poder disponer sin injerencias del tiempo que le iba a hacer falta, los asuntos pendientes eficazmente resueltos.
Dicen los que le conocían que no existía indicio alguno que hiciera pensar en ese final, que nada apuntaba a tan fatal resolución, que son incapaces de entender.
En su pensada planificación debió decidir no dejar explicación alguna a su despedida, no dejar notas, cartas ni pistas que dieran luz a su actitud. Quizás eso ha sido lo peor, quedan mil preguntas en el aire que no encontrarán respuestas, mil angustias entre los suyos que tardarán en cerrarse, supongo que les queda un sentimiento extraño y terrible.
El único consuelo es pensar que cuando alguien se va es porque quiere irse.
Dicen los que le conocían que no existía indicio alguno que hiciera pensar en ese final, que nada apuntaba a tan fatal resolución, que son incapaces de entender.
En su pensada planificación debió decidir no dejar explicación alguna a su despedida, no dejar notas, cartas ni pistas que dieran luz a su actitud. Quizás eso ha sido lo peor, quedan mil preguntas en el aire que no encontrarán respuestas, mil angustias entre los suyos que tardarán en cerrarse, supongo que les queda un sentimiento extraño y terrible.
El único consuelo es pensar que cuando alguien se va es porque quiere irse.
