La segunda oportunidad

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Propósitos




Apesar me ha despertado esta mañana planteándome que sólo faltan dos días para que acabe el año y que aún no hemos hecho la lista de própositos para el año que va a comenzar.

Al principio le he mirado entre cabreado y decepcionado. Ese no es un motivo para despertarme y, además, no creo en los propósitos de fin de año, elaborados con la influencia de las vacaciones y el exceso de comida, bebida y buenos deseos. Le he dicho que los propósitos hay que creérselos, hay que desearlos, hay que elaborarlos con la mente fría y tienen que ser factibles para evitar los esfuerzos inútiles y las deprimentes frustraciones. Que los propósitos se comprometen en cualquier fecha, cuando se dan las condiciones anteriores, y no sólo con el cambio de año.

Me argumenta que le hace ilusión elaborar una lista de las actitudes que debemos reforzar, modificar, evitar o emprender. Se ha levantado profundo.

Vale, le digo, nos pondremos con ello dentro de un rato. Ves pensando en ello.

...

Coincidimos en que el primer propósito para 2010 es no volver a meter la pata con las personas que queremos, el prpósito ambicioso es no meter la pata con nadie pero, fundamentalmente, no hacerlo con las personas que nos importan.

El siguiente sería seguir disfrutando de esos pequeños detalles que nos provocan momentos felices.

Agradecer los zarandeos honestos

No comerse el coco de manera excesiva y ser un poco menos racional

No dar nunca nada por hecho

No esperar demasiado y

Ser un poco más fuerte

...

Seguro que hay más pero en este momento no nos damos cuenta

¿Y lo del tabaco?, ya sabes, dejar de fumar.

Ah! También, se me había olvidado. Le digo mientras cruzo los dedos detrás de mi espalda.


martes, 29 de diciembre de 2009

Gris



Llueve, tengo la sensación de que lleva lloviendo más de mil años, la mente empieza a asumir este tiempo húmedo y gris como la situación normal, como la situación que es y será. La única situación posible.

Ahora mismo todo parece gris, todo es gris. 



miércoles, 23 de diciembre de 2009

365 días


 [New York Movie- Edward Hooper]

El año estaba terminando. Había sido un año intenso, de eso no cabía duda. Sabía que había sido un año muy especial.

Desde hace algún tiempo andaba muy pensativo, muy intimista. Parecía que estuviera realizando un exhaustivo balance de sí mismo, de su vida. Como si se estuviera replanteando el camino a seguir.

Mientras encendía un cigarrillo pasaban por su mente momentos felices, sensaciones maravillosas que llevaban una sonrisa tonta a su rostro. Recordaba días en los que la ilusión dotaba de alas a cada paso que daba. Días en los que se había sentido fuerte y deseado, querido, capaz de todo.

Expulsaba el humo blanquecino del cigarrillo mientras recordaba días jodidos, muy jodidos, en los que levantarse por cada mañana carecía de sentido y en los que cada paso pesaba como una condena injusta. Recordaba vanas esperas, pensamientos desesperados. Recordaba preguntas, reflexiones, frustraciones...

Otra calada, recordaba las risas, los secretos, la sorpresa, las ilusiones, el frescor, la añoranza, el deseo, los nervios, las miradas, las citas, la complicidad, las frustraciones, el sexo, las lágrimas, la distancia, el miedo, los encuentros, los desencuentros, los reencuentros, los abrazos, las dudas, los besos, la suerte hallada, buena y mala, el juego del destino, las complicaciones. Recordaba palabras, escritos, susurros, caricias, olores, gestos, cariños, gemidos...

Fumaba y recordaba.

Había sido un año muy especial, muy vivo y muy vivido, trescientos sesenta y cinco días que ya han acabado y que, a pesar de todo, le gustaría volver a vivir.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Desconocidos


[Domingo - Edward Hooper]

Coincidían en la barra del bar.

Casi todos los días llegaban a la misma hora, cada uno parecía tener su trozo de barra favorita en breves espacios colindantes. Los primeros días se ignoraron, después un cortés buenos días certificó que ya se reconocían. Un día hablaron del tiempo, ese día llovía de una forma cruel. Poco a poco empezaron a hablar, tenían gustos muy parecidos y sus opiniones coincidían lo suficiente como para disfrutar charlando sobre cualquier tema, todos valían.

Cada día se levantaba con la ilusión de ese pequeño aunque ya importante encuentro, congeniaban muy bien y se acompañaban mejor todavía.

Una mañana él se encontró solo en su trozo de barra, se sentía raro, incómodo. Sentir el espacio vacío a su izquierda le desconcertó. No sabía su nombre, desconocía cómo localizarla. En tantos días de vecindad, pensaba ahora que era curioso, no habían sentido necesidad de intercambiar sus nombres, mucho menos sus teléfonos. Salió del bar un tanto desconcertado.

A la mañana siguiente también desayunó solo, empezó a notar punzadas en su estómago y algo en su interior emitía señales de alarma. ¿Le habrá sucedido algo? ¿Por qué lleva dos días sin venir?. Preguntó al camarero pero no sabía decirle, solo que solía desayunar allí, nada más.

Tampoco apareció al otro día, ni al siguiente. Aún la añora.