Una historia lejana
Era algo mayor que yo y muchísimo más madura. Aún la recuerdo con mucho cariño.
Como la vida tiene sus puntos, el día en que me atreví a confesarle lo que sentía por ella me informó, ciertamente con mucho tacto y cariño, que C -otro amigo del grupo- también le había pedido que saliera con él. ¡Joder, qué casualidad!. ¿No había más chicas en el grupo?. ¿No había más chicas en la vida?.
El caso es que A, la llamaremos así, no quería tomar una decisión, los dos le atraíamos, los dos éramos buenos amigos, tanto entre nosotros como de ella, y tenía miedo de que si se decidía por alguno el grupo se rompiera. Las cartas estaban sobre la mesa a falta de comprobar quién ganaba la partida.
Pasaron unas semanas y la situación se hacía cada vez más insostenible, la competencia había hecho entrada en el grupo y los sentimientos a los veinte años son muy difíciles de controlar. Así que pasó lo que tenía que pasar. Que A, por fin, tomó una decisión.
Quedamos una noche los dos solos, me tenía que comunicar su decisión. Me explicó muy cerebralmente los motivos de la decisión. Que si yo le gustaba muchísimo, que si conmigo se lo pasaba cojonudo, que si ... pero que yo estaba estudiando y que mis perspectivas de ingresar en el mundo laboral eran a medio plazo, que ella quería, necesitaba, formar una relación "más seria y estable". Que había decidido aceptar a mi rival, intentarlo con él.
Terminó de hablar, me miró a los ojos y casi sin darnos cuenta nos besamos con la pasión de quien sabe que esa será la última ocasión y con el ímpetu de ser aquella la primera vez. Me repetía insistentemente que mañana no existiría lo que esa noche estábamos haciendo, que la decisión estaba tomada. Yo asentía sinceramente mientras proseguían besos y caricias. Terminó la noche y acabo la magia. Fue una noche maravillosa.
El grupo se deshizo a los pocos días, ya no era un grupo, y cada uno inició su nuevo camino. Coincidimos en la calle un par de veces y ya no la he vuelto a ver más.
Hoy me he acordado de ella.